El Viaje de Rudecindo
Soy Rudecindo. Un
grano de trigo. No cualquiera, claro está. Tengo un linaje especial. Los
ingenieros me explican que provengo de un ¨germoplasma¨ francés de la mejor
calidad. Demoraron siete años de
inversión y desarrollo hasta lograr una semilla de tanto potencial. Parece que nuestro rinde por hectárea es muy
alto y de buena calidad. Al menos los franceses logran un pan excelente con
miles de colegas míos similares y también pastas de primera.
Pero a mí me
desarrollaron y aclimataron en el sudeste de la provincia de Buenos Aires donde
el peligro es el frío. Heladas tardías que pueden llegar en noviembre cuando
nuestra planta está en flor y la mata. Pero los ingenieros se tienen confianza.
Dicen que hubo mucha inversión de tiempo y conocimientos científicos hasta que
lograron ¨producirme¨.
Mis colegas están
muy esperanzados. Dicen que esta vez nuestro viaje será diferente. Que todos en
Argentina están de acuerdo. Que hay que incorporar ¨valor agregado a la
producción primaria.¨ Parece que dirigentes de todos los colores políticos repiten
lo mismo. Que tenemos que ser el ¨supermercado
del mundo¨. Parece que sería una de las primeras ¨políticas de estado¨ que se
acordarían entre las principales fuerzas políticas. Trabajar para
transformarnos en supermercado del mundo. ¡Lo repito porque casi no lo puedo
creer!
No sólo nos van
a exportar así, simplemente como soy:
grano de trigo. No, no, basta. Vamos a ser harina y después pastas. Vamos a
viajar en barco pero no amontonados en inmensos navíos graneleros con millones
de colegas, granos de trigo. Vamos a ir ya transformados. En sobres de un papel
especial, en cajas de colores relucientes y descripciones detalladas con las
características de las pastas a las que daremos vida.
Estamos todos muy
nerviosos en el semillero, porque después de tantos años de esfuerzo, ahora nos
vienen a buscar y nos llevarán en camión para sembrarnos en los campos del
sudeste de la provincia de Buenos Aires y comenzaremos así este viaje
diferente. Estamos en silos
pequeños. Todos clasificados; tenemos
nombres diferentes según nuestros ciclos productivos, fechas de siembra y
aptitudes de calidad.
Antes de salir
del semillero nos han sometido a múltiples ¨vacunas¨ y remedios para evitar
enfermedades. Parece que es muy importante este tratamiento preventivo y no es
barato. Me impresiona. Nos tratan como a seres vivos. ¿Qué estoy diciendo?
Somos seres vivos. Que vamos a producir más vida. Es un gran día.
Finalmente
escuchamos ruidos de camiones. Mi silo parece moverse. En realidad son mis
colegas, miles de ellos que están saliendo y allí voy yo también a un camión
tolva, moderno.
Estoy
entusiasmado, pero también un poco triste. Tantos años de investigación
científica, tantos ensayos, tanta tecnología y conocimientos aplicados en
nosotros. Tantos ingenieros, biólogos, laboratoristas, ayudantes. Tanta materia
gris acumulada. Muchas inversiones. Tantos colegas que no llegaron a nada,
ensayos fallidos que demoraron años. Y
ahora todas las esperanzas están puestas en nosotros. Estoy saliendo del silo.
Veo un destello de sol y caigo dentro del camión con miles de colegas. Me impresiona;
hay muchos camiones y todos son pesados en básculas precisas. ¨Fierros¨,
tecnología de precisión y documentación. Las llamadas ¨cartas de porte¨. Alguno de mis colegas me explica que es para
que la Afip pueda cobrar los impuestos. Interesante.
El camión se pone
en movimiento. Subimos al camino, a veces hay golpes. Otros comentan que hay
demasiados pozos. Hay que manejar con cuidado, pero la ruta asfaltada está
mejor. Pocos pozos. El hombre que dirige
es un camionero que parece experimentado. Responsable.
Estoy emocionado.
Tanta gente involucrada en nuestra vida, tanta tecnología, tantas inversiones,
tantos trabajadores, la mayoría de ellos muy calificados, especialmente en los
laboratorios y en los lotes de prueba y nosotros aún no hicimos nada.
Pero ahora sí.
Hace frío. Es invierno. Vamos a un campo. Nos van a sembrar. Luego de una hora
de viaje el camión llega a destino. La última parte del viaje, algún colega
habló de ripio, fue ¨movido¨. Del camión
pasamos a un silo de chapa pequeño. Más acogedor. Pero no nos dan descanso.
Inmediatamente nos colocan en un carro granelero, con balanza de precisión, ¡qué
tal! Apareció entonces un tractor, enganchó el carro y de ahí directo a una
sembradora ¨made in Santa Fe¨. Le llaman de ¨siembra directa¨. Dicen que es el
sistema más conservacionista del suelo. Sólo les puedo contar que es un
¨fierrerío¨ impresionante. Antes habían
estado los fumigadores; unos aparatos con ¨alas¨ muy anchas para matar las
malezas, también fabricados en Argentina con una computadora de precisión para
que las dosis de herbicida sean perfectas. Dicen que hay una empresa que los
exporta a Brasil favorecida por el Mercosur. Herbicidas, industria química.
En ese momento
llegó el ingeniero con los análisis de suelo, para saber exactamente cuánto y
cuáles fertilizantes hay que adicionar al suelo, fósforo, azufre, etc. El
fósforo es todo importado porque no hay en Argentina. Otro colega que sabe
economía me dijo que no entendía por qué pagaba impuesto de importación si en
Argentina no había. Sólo servía para encarecer la producción. Fiscalismo
anti-productivo, dijo otro colega. También los análisis de las semillas
(nosotros), para saber nuestro peso, poder germinativo, de manera de aplicar la
cantidad de nosotros correcta. Inmediatamente después arribó el dueño del campo
nervioso, habló con el ingeniero. Alcancé a escuchar que no había que perder
tiempo para sembrar porque estamos en año¨ Niño¨ y la humedad del suelo era
casi excesiva. Si llueve en los próximos días, corremos riesgo de ahogarnos.
El ingeniero
llamó al contador para que le explicara por qué cuándo nos vendían a los
productores ellos pagaban 21% de IVA, pero cuando ellos nos vendían después de
la cosecha sólo recibían 10,5% de IVA. ¿No es que el IVA se inventó para que
como su nombre lo indica se grave el valor agregado? Pero las tasas deberían
ser iguales, como en el resto de las actividades. Están discriminando contra la
producción, dijo el ingeniero. El contador dio una explicación, pero la verdad
no se la entendí. ¿Será que soy un poco ¨burro¨? ¿O será que la explicación era
difícil de explicar?
De pronto, yo
Rudecindo y todos mis colegas granos de trigo nos llenamos de emoción y
temor. Llegó uno de los momentos claves
de nuestra vida. Nos están por sembrar. Mi corazón se aceleró. Ojalá que caiga
bien en el surco, que quede tapado por la tierra húmeda con los granos de
fertilizante cerca, Y que no se tape ningún caño de la sembradora. Rudecindo,
no seas atrasado, me dijo otro colega.
¿No sabes que la sembradora tiene sensores electrónicos que detectan si
se tapa algún caño, avisan al panel de control y el tractorista se detiene y
limpia, soluciona el problema para asegurar que la siembra sea perfecta?
Enseguida
apareció otro colega protestando porque según él esta sembradora no tenía la
última tecnología de mapeo del lote a sembrar para aplicar en cada rincón no
más ni menos que el fertilizante necesario.
No le hice mucho caso, Es una mejora, un adelanto, pero nuestra
sembradora es suficientemente buena. ¿Qué
pretende? Son muy caras las sembradoras; hay que amortizarlas; no se puede
cambiar cada vez que aparece un avance técnico. Punto.
Finalmente la oscuridad,
la humedad, el contacto con la madre tierra… ¡Estoy sembrado! En no muchos días
estaré germinando y saliendo a ver el sol, la luz, la vida… ¡Por favor que no
llueva mucho!!!
Días lindos,
nacimiento rápido a pesar del frío invernal.
Tengo apenas tres o cuatro hojitas, pocos centímetros. Pero ya soy
planta. Aparecen tractor y fertilizadora. Es la hora del nitrógeno. Que viene
del gas. También hubo análisis de suelo. Dicen que lo van a aplicar en tres
etapas para aprovecharlo mejor y que seamos más granos a la hora de la cosecha,
más rinde por hectárea y mayor calidad incorporada en nosotros. Para que la industria nos aproveche mejor.
Antes de caer en
el surco escuché una discusión fuerte del productor (no sé si era dueño del
campo o lo arrendaba) con el contador.
No sé para qué sembrás trigo decía éste; no tiene rentabilidad. ¿No sabes que va a ser la menor superficie
sembrada de los últimos 100 años? Con
tipo de cambio atrasado y retenciones (en la Argentina se llama así a los
impuestos a las exportaciones), necesitas
una cosecha muy buena para ganar casi nada.
El productor reaccionó casi airado. ¿Pero no sabes que todos los
candidatos dijeron que sacarían las retenciones al trigo? Para la época de la
cosecha ya no habrá retenciones y otra será la situación. Ustedes los
contadores tienen que ver más allá de los números de hoy. ¡Apostar al futuro!
Por otra parte, si no siembro, ¿Con qué pago el impuesto inmobiliario y la tasa
a la hectárea? Con o sin cosecha, con o sin rentabilidad, hay que pagarlos
igual. ¿Y los gastos fijos, salarios, etc.?
En fin, no sé
cómo siguió la discusión, pero me sumergí en el surco con el corazón apretado.
¿Será que estamos haciendo todo este esfuerzo para no tener ganancias?
A los pocos días
aparece otro tractor con otro aparato con alas para aplicar nitrógeno. Sigo
impresionado por tanta tecnología, tanta inversión.
Otro colega que
nació al lado mío me comentó que está impactado porque los trabajadores,
tractoristas, sembradores, aplicadores de herbicidas y fertilizantes eran todos
personal calificado. Obvio, le dije, manejan máquinas complejas, tienen que
estar capacitados.
Tiempo después
vino una segunda aplicación de nitrógeno; y luego fungicida, para evitar que la
humedad excesiva nos produzca hongos, y dice el aplicador que tal vez nos
tengan que hacer una segunda dosis más adelante para asegurarse. Y luego llegó también la tercera aplicación
de nitrógeno; dicen que es para mejorar nuestra calidad industrial. Esto fue
motivo de alborozo. Se confirmaban los comentarios que íbamos a ser exportados transformados en pastas, manufacturas
de origen agropecuario. Supermercado del mundo. Valor agregado. Más empleo, mucha
maquinaria involucrada, más generación de riqueza. Vamos todavía. Todas las
plantas reían; se dejaban acariciar por el sol y la brisa y comentaban sobre la
extraordinaria transformación que aún nos esperaba.
El ingeniero agrónomo
era ya nuestro amigo. Nos había visitado una vez por semana. A veces lo
acompañaba el dueño. En esas oportunidades estaba más tenso. El también tenía
que mostrar y conseguir la aprobación de su trabajo. Nos revisaba. Nos hablaba del peligro de los
hongos, de la roya ésta o aquella. Las plantas hipocondríacas sufrían de
antemano. Pero tanta tecnología aplicada al cuidado de estas plantas de trigo,
dio resultado. Faltaban pocos días para
el final del ciclo y estábamos sanas y fuertes.
Las lluvias claves
en época de floración habían llegado en tiempo y forma. El ingeniero estaba
entusiasmado y nos comentaba todos estos detalles de nuestra evolución.
Sólo quedaban dos
peligros, según comentaban el productor y el ingeniero agrónomo. Las heladas
tardías y un exceso de calor en la última etapa que podría afectarnos bastante.
Pero no, zafamos. El clima ayudó. De cada uno de nosotros salió una espiga
¨cojonuda¨ como dicen en el campo. Con muchos granos, muchos Rudecindos fuertes
y sanos.
Llegó el día
esperado. La cosecha. Aquel aparato inmenso entró en el trigal. Moríamos de
miedo. ¿Trabajaría bien? ¿Nos separaría con prolijidad de la paja? ¿No nos
lastimaría? Dicen que es industria argentina, Que no tiene la última tecnología
pero que trabaja muy bien. Y aparecen tractores tirando carros graneleros con
balanzas de precisión y de allí a los camiones que se alineaban sobre el
camino. ¡Qué actividad! Nubes de polvo, mientras se tomaban muestras del trigo cosechado para
analizar inmediatamente.
Sentí el golpe de
las cuchillas; entré en el ¨monstruo¨ (la cosechadora) y caí, limpio, en la
tolva granelera de la cosechadora. Pocos minutos después era descargado en el
carro, tomado el peso junto con todos los colegas que estaban allí conmigo y
directo a un camión.
De nuevo vivíamos
un momento emocionante. La cosecha había sido exitosa. Habían pasado cinco
meses desde la siembra. Yo estaba feliz.
La etapa
industrial comenzaba. Dejaría de ser una ¨commodity¨ que no sé bien qué es; lo
dicen como si fuera algo común, casi con desdén, algo sin mucho valor. Cosa que
no entiendo, después de este largo proceso de trabajo y confluencia de diversas
industrias para producirnos. Pero en fin,
nuestra etapa de producto primario, llegaba a su fin; íbamos a transformarnos
en un producto industrial. Lo que los técnicos llaman manufactura de origen
agropecuario (MOA). Nada contra ser apenas ¨commodity¨, como ya manifesté más
arriba, pero vamos a tener otro ¨status¨!
No estés tan
seguro, me dijo otro colega, ambos ya cómodamente instalados en el camión. ¿Y
si nos exportan simplemente como grano, igual que nuestros bisabuelos hace 120
años? Me enojé. ¡Me enojé mucho con él! No seas ¨ave de mal agüero¨. No seas
derrotista.
No soy
derrotista, respondió el colega. Pero no
veo pre-financiación de exportaciones para MOA disponible a costo lógico. No
tenemos un Banco Nacional de Desarrollo como Brasil, para que las fábricas puedan
comprar máquinas de última tecnología. ¿Cómo haces para financiar la
instalación de una fábrica, sin financiación de largo plazo? Eso en un país
como la Argentina sólo es posible para las grandes empresas o las
multinacionales. El resto de los empresarios nacionales no tienen chance. ¡Nadie
les financia la instalación de una fábrica a ocho años! ¿Y cómo van a financiar
las exportaciones industriales? No tenemos Eximbank, como los americanos o
japoneses o incluso los brasileños con el citado BNDES.
Mi enojo se
transformaba en ira. ¿Pero no escuchaste
a todos los políticos hablar de incorporar valor agregado y que el objetivo es
ser supermercado del mundo? ¿Cuántas veces te lo tengo que repetir? Y la inversión que hizo para que tuviéramos
calidad industrial y los análisis que ¨dieron bien¨… ¡Eso no puede quedar en la
nada!!!
Pero ya hubo un
Banco Nacional de Desarrollo y terminó mal. Ahora hay un BICE que es para eso.
Sí, pero es muy pequeño, dijo otro colega que se sumó a la discusión.
Lo que pasa es
que el tipo de cambio no da para exportar MOA o MOI. ¿Pero la devaluación te
parece una solución? Claro que no me parece. Lograr una economía internacionalmente
competitiva requiere de alta productividad y esta es una cuestión sistémica,
mucho más compleja, que va más allá del tipo de cambio, donde intervienen
múltiples variables que hacen al ¨costo argentino¨.
Pero mientras se
hacen las reformas estructurales, que vos tenés razón que son imprescindibles
para que Argentina logre esa competitividad sistémica, es indispensable tener
un tipo de cambio competitivo. De lo contrario, subsidiamos las importaciones y
el turismo al exterior y castigamos las exportaciones, especialmente las
manufacturas.
Competitivo y
flotante, dijo otro colega. Si no fíjense como es en Canadá. Tiene tipo de
cambio flotante y eso le permite absorber las fluctuaciones del dólar americano
y el euro, así como las diferencias de nivel de actividad con Estados Unidos y
su impacto en el comercio bilateral, mientras reacomoda su economía. Sin
recesión y sin desempleo. Y nosotros también tenemos un vecino grande… Ellos
tienen zona de libre comercio con Estados Unidos y nosotros con Brasil.
La economía
abierta al mundo es el punto de llegada, dijo otro colega; cuando se ha logrado
una alta productividad que permite ser internacionalmente competitivos. El
problema está en el ¨mientras tanto...¨ Es un delicado equilibrio entre
apertura y proteccionismo inteligente, que los argentinos no lo hemos logrado
resolver hasta ahora. Hemos pasado de excesos de proteccionismo a excesos de
apertura. En ambos casos, más de una vez
hemos tenido el peso sobrevaluado.
¡Basta! Me cansé
de discusiones económicas. Celebremos que estamos en el camión camino a un
molino harinero; de allí transformados en harina de no sé cuántos ceros (de la
mejor calidad) iremos a la fábrica de pastas.
Allí seremos envasados en nuestra última transformación en cajas
elegantes, con envoltorios de colores (marketing, le dicen algunos) y
viajaremos en barco sí, pero en contenedores.
Nunca más aquellas bodegas inmensas, oscuras, frías, donde nos
amontonaban cuando nos exportaban como granos, (commodities) dicen los que
saben…
¿Y cuál es el
problema que nos exporten sólo como granos de trigo? ¡Ninguno! Ojalá tuviéramos
cosechas de trigo cada vez más grandes, mejores rindes por hectárea, más área
sembrada para facilitar la rotación de los cultivos, más exportaciones de trigo
y ¡salir de la soja-dependencia…!
Pero lo mejor
sería que un porcentaje creciente de esas cosechas sea exportada como harina de
trigo y mucho mejor aún, como pastas. ¡Eso sí que sería
agregar valor y comenzar a transformarnos en supermercado del mundo!
El viaje en
camión continuó. Algunos nos dormimos. Estábamos felices. Tranqui.
Horas después un
colega nervioso, me despierta. ¿No sentís murmullo de mar?
¿Qué? ¿Estás
loco?, le dije.
Intenté volver a
dormirme. Pero ya no pude. Poco después el camión se detiene. Nos damos cuenta
que lo pesan y se llevan a varios colegas para muestra, para su análisis.
De pronto nos
descargan. Entramos al silo. Algo anda mal. Algo no está bien. ¡Silo inmenso de
cemento! ¡Estamos en el puerto! Casi sin descanso nos transportan a otro silo. ¡No!
¡Horror! ¡Es la bodega de un barco!
La desesperación
se apoderó de mis colegas. Gritaban, maldecían. ¡Otra vez nos engañaron!
Epítetos irreproducibles. Frustración. Impotencia ante el hecho consumado.
Yo no atiné a
nada. La tristeza me pudo. Era una tristeza que dolía. Sentía dolor por mi
destino, por mis colegas granos de trigo y por todos los argentinos.
Otra oportunidad
perdida. Otra frustración.
¿Será tan difícil
acordar políticas de estado en este bendito país? ¿Será tan difícil acordar
políticas de estado que permitan que nos transformemos en supermercado del
mundo?
¿Será tan difícil
acordar políticas de estado para los principales problemas que preocupan a los
argentinos?
Lo mío era mitad
pregunta, mitad ruego. Y después lloré,
lloré un rato.
De a poco, el
recuerdo de mis ancestros, que tantas veces habían hecho este viaje, me
reanimó; no hay que aflojar. Hay que insistir.
Está por comenzar
un nuevo gobierno. Ojalá nos convoquen a todos para esta patriada. Donde todos
tendremos que ¨aflojar¨ un poco de nuestro interés personal o sectorial, pero
al final, si acordamos políticas que tengan un respaldo amplio de la población
y que en consecuencia sean sustentables, todos saldremos ganando.
Yo, Rudecindo,
voto por eso.
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